Vínculos feministas como espacios de cuidado libre de violencias
Por Daniela Maza
El otoño me recuerda a la brisa del feminismo cuando por primera vez comprendí el vacío infinito en el que estaba. El frío invernal que sentía me hacía cada día más consciente de la situación subordinada y de las violencias que había recibido durante mi vida. Lo asombroso es que al instante apareció una voz que en el mayor de los silencios resonaba y decía “también me pasó”, “te creo”, “estamos juntxs”, “podemos hacer algo”, “no te preocupes, te entiendo”.
Es posible que otras personas perciban el mensaje del feminismo como extremo y desaprensivo, pero ¿Cómo posicionarse subjetivamente o asumir responsabilidades por comportamientos personales opresivos o discriminatorios? ¿Cómo dimensionar la completitud del ser en espacios intrapersonales que excluyen otras existencias?.
Lo único real es que no debe haber lugar para la violencia, los espacios interpersonales deben generarse libres de violencias, sujeción y discriminación. En este siglo es el desafío.
Si nos remontamos en la historia Argentina, es interesante analizar cómo Julieta Lanteri y su amiga Angélica Barreda transitaban juntas las fuerzas de la resistencia, en el fango patriarcal de principios del siglo XX, elevando sus voces para oponerse al reclutamiento doméstico y propiciar lugares de participación política mediante el activismo feminista. Sin embargo, son insignificantes las referencias históricas alusivas a mujeres que evocan sus vínculos feministas, y menos que sean identificadas como hechos trascendentes, pero no olvidamos la amistad o la homosocialidad entre varones.
Karina, una de mis hermanas feministas, reflexionando al respecto, dice que es muy fuerte que hayamos obtenido el reconocimiento de derechos debido a muchas de luchas ganadas y ahora tengamos que conquistar el valor de estos vínculos. Es decir, hacer frente al trabajo, tiempo y dinero que invirtió el patriarcado para trasmitir el valor de la camaradería, el patriotismo, el compañerismo y la solidaridad, y ahora tengamos que conquistar eso mismo con mirada feminista, debiendo explicar en qué consisten, que también son nuestros y entre nosotras.
¿Es lo mismo la amistad que un vínculo feminista?
En un interesante diálogo experiencial que brinda Monserrat Pérez cuenta que la amistad feminista es algo diferente a la amistad. Es política, ya que ahí hay ideales conjuntos, luchas que cada una está librando en sus diferentes contextos. En ella se prioriza a las mujeres, lo que cobra virtualidad en el marco de denuncias públicas que terminan sometiendo al escrutinio a sus víctimas. También implica corresponsabilidad, por lo cual ambas partes se cuidan, lidian con el conflicto, nadie gana ni pierde. El tiempo se constituye en un espacio para fortalecer los lazos o hacerle saber que estamos allí. De la misma manera se ponen límites, preservamos lo que somos y conocemos a la/s otra/s, en el que se incluyen las diferentes formas de hablar y de cuidarnos. Salvan vidas, sabemos que acompañarnos en los momentos más oscuros puede salvarnos, está en constante construcción, siempre aprendemos algo de la otra y a la vez hay motivos para cuestionarnos cosas, evolucionar y cambiar todos los días, tiene que ajustarse, cuidarse, regarse y procurar que crezca y se expanda.
En esta línea Raquel Ramírez Salgado analiza y efectúa una problematización feminista en la que refiere que se ha hablado poco de la amistad desde la perspectiva ética feminista, aunque se ha mencionado la importancia y el valor de las redes de mujeres. Cuenta que desde la ética feminista se creó la sororidad, el hermoso pacto político entre mujeres que ha creado genealogías y visibilizado a nuestras ancestras y luego de preguntarse … ¿Qué pasa con la amistad? responde convencida que debe construirse feministamente, desmarcada de prácticas patriarcales como el amor romántico que la construyen igual de opresora, lastimosa y deleznable. Pero como las relaciones se transforman, algunas pueden permanecen a pesar de los años, otras se esfuman y quedan como recuerdos de una época, un instante de la vida. Concluye diciendo que si bien no pretende que las feministas seamos perfectas o modelos a seguir, el posicionarse como feministas nos exige ser sóricas y asumir un mayor compromiso.
Ambas voces experimentan sentidos desde sus propias vivencias y plantean que existe una forma distinta de vincularnos ¿serán entonces estos vínculos feministas algo diferente? ¿Podría deconstruirse la amistad y ser transformada en un vínculo feminista?
Estas preguntas nos lleva a otra anterior ¿Qué es un vínculo feminista?
Desde mi propia experiencia es un compromiso sororo, libre de dicotomías, una experiencia única con la capacidad de hacer posible los latidos de sentido, energías que proyectan luchas, nuevos horizontes, una relación que protagoniza un capítulo de la humanidad que nos identifica como iguales, sin silenciamientos ni presencias ensombrecidas. Emocionalidad, sororidad, cuidado, empatía, amorocidad, valoración, visibilización, potenciación, subjetivización, desobjetización, son las propiedades características de un vínculo feminista.
Con esto no quiero decir que la amistad no sea un vínculo valedero, pero debemos estar alertas de no caer en la trampa patriarcal y entenderla como un corset que nos brinda una mejor imagen, así como el matrimonio nos indica que desde allí se construye una familia, pero no cualquier familia, sino aquella que los mandatos patriarcales han erigido. Es decir, una estructura que en su bilateralidad termina por soslayar la asimetría de poder, un espacio que no necesariamente está libre de violencias. Además, no faltarán quienes le impriman una cuota de romanticismo que fortalezca su dimensión opresiva, como un nutriente que facilite la permanencia en esta modalidad relacional.
¿Cómo generar espacios de cuidado y libres de violencia?
Es necesario profundizar en una forma de vincularidad feminista que propicie la libertad, el cuidado, el compromiso, el respeto por la singularidad personal y, fundamentalmente, que garantice un espacio libre de violencias dándole total sentido al art. 3 de la Convención “Belém do Pará” donde fue necesario plasmarlo como derecho.
Por eso creo que los vínculos capaces de transformar la violencia en fuerza vital para enfrentar la desigualdad, acompañen objetivos colectivos, fortalezcan el cuidado y autocuidado, y que propicien temporalidades de bienestar, serán los únicos que podrán sostener la envergadura del desafío asumido por los feminismos y proyectarán universalidades inclusivas.
Cuando construyas ese vínculo con otrx comprenderás sus padecimientos, la expresión su mirada y sabrás si es feliz o si su piel experimenta el frío de quienes lloran, sufren y mueren. Un lugar donde se escucharán los silencios y habrá lugar para las palabras, en el que no inquieten las ideas utópicas, pero que preocupe si no las tienes, si no sueñas, luchas y cuestionas.
Quienes experimentamos este especial modo de vivir sabemos que éstos vínculos nos trascienden, son sangre transformada en vivencia, sombra en luz, dolor en alivio, el silencio en una voz que nos anuncia el final del invierno, intercambios vitales que patentizan la singularidad del cuerpo y la multi-inmensidad de nuestro ser, nos acompañamos, apoyamos, cuestionamos y proyectamos.
Por todas estas razones pretendo tener un millón de vínculos feministas, libres, sororos, amorosos, transgenerizados, en definitiva humanizados.
Para aquellas personas con quienes comparto un vínculo feminista y potencian cada día mis ganas de vivir.
Gracias!
1| La Crítica. Algunas lecciones de las amistades feministas.
Consultado el 8/5/2020. Disponible el: http://www.la-critica.org/algunas-lecciones-de-las-amistades-feministas/
2 | Mujeres. Periodismo. Género. Feminismo. Amistad. Apuntes desde la ética feminista.
Consultado el 5/8/2020. Disponible en: https://www.mujeresnet.info/2014/08/amistad-apuntes-desde-la-etica-feminista.html
Imagen 1: @lilianrivero Imagen 2: @dantemaza