Hacia la liberación de las vulvas
Por Magalí Bergera.
¿Por qué la heterosexualidad, la monogamia y la conformación familiar han constituido históricamente los principios ordenadores del modo de vincularse entre las personas? ¿Qué consecuencias se desprenden del sostenimiento de esta triada? ¿A quién le sirve? ¿Nos vinculamos libremente? Y el placer, ¿qué lugar para el placer?
Sexualidad, placer y libertad pareciera que no son términos amigables a esta sociedad patriarcal, afín al clero y que sienta sus bases sobre un modo de producción capitalista.
Sabemos que la conformación de la familia, iniciada en un vínculo heterosexual, conviviente, de índole monogámico, que se pone rápidamente al servicio de la producción y reproducción del capital, establece lugares diferenciales para los hombres y las mujeres cis. Si bien, en la actualidad, las mujeres cis hemos ganado terreno en aquellos ámbitos que siempre fueron territorio indiscutible de los varones, sobrellevamos las fatídicas consecuencias de haber accedido con posterioridad (mediante arduas luchas y reclamos) a espacios que durante mucho tiempo nos fueron prohibidos.
¿Y qué tiene que ver esto con el placer y la sexualidad? Que históricamente el futuro de las mujeres cis, estuvo ligado principalmente a la posibilidad de conocer a un “buen hombre”, a la maternidad, al ámbito de lo privado, de las emociones, al trabajo doméstico, tareas de cuidado y crianza. No cabía en este discurso la posibilidad de hablar de placer, de sexualidad, de masturbación. En el nombramiento de nuestra vulva como vagina, por ejemplo, opera una lógica reduccionista que insiste en poner el acento en nuestro aparato reproductor y capacidad de gestar, sofocando cualquier suposición relacionada al placer sexual.
¿Y la masturbación, de qué manera hemos accedido y accedemos actualmente a ella quienes tenemos vulva? Dentro del amplísimo terreno del placer sexual, la posibilidad de ser unx mismx quien se lo otorgue, parece ser el área más vedada, el tema más espinoso de abordar. ¿Por qué? Quizá porque hablar de esta práctica de índole autoerótica en la que puede prescindirse de la asistencia de un “príncipe azul” dispuesto a guiarnos en esta travesía, hace vacilar el destino que esta sociedad atesora para las mujeres cis y sus vulvas tristemente devenidas en vaginas. Porque autoestimularnos y encima a consecuencia de ello sentir placer y tener un orgasmo, nos aleja de la posibilidad única y sobrevalorada de reproducir la especie, acercándonos a un mayor grado de autonomía.
Claramente, en los términos que la sociedad impone, no se generarán las condiciones que alienten a que se hable entre las personas vulvoportantes sobre los posibles beneficios de la práctica masturbatoria. El atravesamiento por esta experiencia (como tantas otras), dista mucho de la que tendrán las personas con pene, a quienes esta práctica se le ha habilitado de manera individual y también grupal. Y esta diferencia, animada por los sermones que oprimen la exploración sobre nuestrxs cuerpos y obstaculizan el acceso a dicha información, se traduce en términos de desigualdad, en tanto el placer sexual y las diversas zonas erógenas, se convierten en un terreno absolutamente desconocido para quienes portamos vulva. Desconocimiento que, sumado a todas las características que socialmente se han construído como inherentes al género femenino -sumisión, bondad, pasividad, afectuosidad, etc – han propiciado que tengamos que soportar, muchas de nosotras en más de una oportunidad, conductas de índole abusiva en el mantenimiento del acto sexual con varones cis.
Es en este sentido que resulta imperioso romper con el oscurantismo sobre el que se engendran los saberes relativos a nuestxs cuerpos, en un intento constante de hacernos sujetxs menos libres, funcionales a una sociedad que nos necesita puestxs al servicio del trabajo y no del placer. Para ello es imprescindible generar nuevas narrativas sexuales que liberen a las generaciones venideras (y a las anteriores también), del tabú existente sobre el placer sexual y la tendencia a establecer uniformidad en sus posibilidades de alcanzarlo.
Imagen: @Carladeborahlucero