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Ebullición


Por Giordana Larramendia. 

Suena tenue la alarma del despertador, son las 06.00 de la mañana. Ana, antes de abrir los ojos, respira hondo, los aprieta fuerte, por un breve instante se siente feliz en la comodidad de una cama calentita, de esas que en las mañanas frías de invierno parecen placeres de las diosas del olimpo. Con un movimiento sagaz apaga la alarma, no quiere que Juan la escuche, evitar una riña matutina siempre, siempre, es buen plan. Sale como impulsada de la cama, a pesar de que vendería su alma por tan solo un segundo más de esa sensación de seguridad y bienestar que genera una cálida cama en épocas de heladas invernales. Comienza su día, otro más entre tantos. Otra vez esa sensación que la desespera, esa que parece que le hiela la sangre, o que se carboniza, piensa que deben ser impresiones parecidas, pero cree que definitivamente a ella se le congela, o ella se congela, eso siempre la confundió.

Prende la luz en la cocina, está igual a como la dejó la noche anterior, impecable. Que cansador es tener una cocina impecable, reflexiona. Pone la pava, unos amargos calentitos sirven para despabilar, mientras prepara el desayuno, café con leche para lxs chicxs, unas tostadas, pone devuelta la pava para Juan, le prepara el mate. Va a despertar a lxs chicxs tiene que llevarlxs a la escuela, menuda tarea despertar niñxs en invierno, o en todas las estaciones. Juan se levanta, toma unos mates con tostadas, le pregunta por qué lxs chicxs todavía no están listxs, le dice, con ese tono severo que lo caracteriza, que si no lxs levanta rápido va a ir él, y ya sabe lo que eso significa. Si supiera Juan lo mucho que odia Ana ese tono severo, y cuánto teme y odia, o le hierve la sangre, o se congela, no lo sabe bien, todavía, cuando despierta a lxs chicxs a los gritos y lxs saca a rastras de las camas. Rápidamente vuelve a despertarlxs, esta vez, como tantas otras, les dice: levántense que si no viene su padre. Bastó decir eso para que salgan arando de sus camas, si no fuera porque sabe lo que significan esas palabras para ellxs, las usaría como recurso para que se levanten siempre rápido. 

Son las 07.30 falta media hora para que entren a la escuela y lxs escucha pelearse. Volvió la sensación. Va corriendo, les pide por favor que la corten, que no se peleen, que bajen la voz, que su papá los va a escuchar, que no era un buen día para eso. Ana se dio cuenta en el desayuno, lo ve en sus ojos, en sus movimientos, ya sabe cuándo Juan está en esos días. Se mueve cautelosa, la bendita sensación de nuevo, punzante. Unx de sus hijxs grita estrepitosamente, Ana ya sabe lo que está por suceder, lo quiere eludir.  Con gritos feroces le pide que no grite más, que se calle, la sangre burbujea, o se congela, ¿qué importa?, acaba de ver la expresión de su hijx. Y ahí empieza ese otro sentimiento, ese lo distingue bien, la culpa, intenta calmarse, y calmarlx, no tiene tiempo. Frío o calor. Juan la levanta tan abruptamente que parece que su cuerpo está lleno de plumas, o vacío, le da lo mismo. Lo que distingue bien es el olor a mate amargo que desprende el aliento de Juan, es como un viento gélido que le golpea la cara, lo tiene tan cerca que puede ser el suyo, está confundida. Lo único que impide que salga flotando del living de su casa son las manos de Juan, que aprietan con fuerza. Sacudón y al piso, siente la sangre contraída. 

Juan se pone la campera, agarra las llaves, y se va a trabajar, se acuerda de dejar algo de plata para la comida. Ana vuelve a sentir su carne y sus huesos, le duelen, no estaba llena de plumas. Ahora sólo tiene esa sensación, frío o calor. Junta un poco de fuerzas, las suficientes como para levantarse, va en busca de lxs chicxs, lxs encuentra fundidxs en un abrazo a llanto pelado, puede oler el miedo que brota de las paredes. Otra vez, esa sensación penetrante, abraza a sus hijxs fuerte aunque le duele la carne, otra vez la sangre, hiela o hierve. Huele el miedo, su sangre hierve, la sangre le hierve, se reveló. 

Buscó su celular, y llamó a su hermana: necesito que te quedes con lxs chicxs un rato, tengo que hacer una denuncia.